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 CAPÍTULO IV

El castigo

Era viernes a media mañana y habíamos salido al patio a la hora del recreo. Yo solía jugar
al frontón con mis compañeros y mi hermano gemelo Marco, mientras los mayores ocupaban el gran patio central jugando al fútbol, baloncesto y balonmano.
Desde que comenzó mi aventura con el padre Beltrán, yo no estaba tan unido a mi hermano Marco, pero no parecía estar preocupado por no seguir con nuestros juegos desnudos en el rincón de nuestra habitación.

En el patio, había unos aseos comunes, enormes y siempre estaban llenos, así que decidí ir a los que se encontraban dentro del edificio que a esas horas, siempre estaban vacíos, además, cabía la posibilidad de encontrarme con el padre Beltrán. Entré en los aseos de la 1ª planta, estaban vacios y cuando ya había sacado mi pito para orinar en un urinario, se abre la puerta de una de las cabinas y cual es mi sorpresa cuando al girarme, veo al padre Manuel con la sotana levantada, sujetada con su mentón y agarrando su enorme polla, morcillona, cubierta por su mano, de donde emergía la parte superior del miembro con su grueso glande.

No sabía como reaccionar! el me hizo un gesto para que me acercara y avancé hasta entrar en la cabina donde se encontraba. Me miraba fijamente a los ojos sin dejar de manosearse el rabo.
Empujo la puerta con su pie y la cerro. Apunto su polla hacia la taza y comenzó a mear con su enorme chorro, el que yo ya había tenido el placer de probar la ultima vez en el laboratorio.
Colocó su palma en forma de cuenco y acercó su glande a su mano recogiendo una buena parte de sus meos, la acercó a su boca y comenzó a sorber la meada, repitió la acción dos veces más y la bebía mientras yo, ya había empezado a sentir su suave aroma.
La 3ª vez, llenó su palma de nuevo y la acercó a mi boca.Ufff.. lo estaba deseando! Y el lo
sabía!


Comencé a sorber y tragar ese elixir! Lo repitió 2 veces más y bebí como un naufrago bebe el agua del último coco de su isla. Terminó de mear y levantándose la sotana hasta su cuello, se sentó en la taza del wc con las piernas abiertas y sus enormes huevos colgando dentro de ella. Dejando su cuerpo desnudo hasta sus maravillosos y enormes pezones que mamé sin sentido aquel primer día.
Agarro mi pito que ya estaba tieso desde que le vi y apuntándolo hacia su verga, me miró a los ojos y al instante entendí por su expresión de demanda, que deseaba sentir mi meada sobre él.
Empujé y comencé a regar su verga, sus huevos y su abdomen. Movía mi pito para inundar todas las partes desnudas que estaban expuestas hasta llegar a sus carnosos y grandes pezones.
 

Cuando descargué todo lo que tenía dentro, metió mi polla empinada en su boca y con una maestría única, chupo y chupo hasta que exploté dentro de él, tragándose mi leche y lamiendo mi pito hasta que lo liberó totalmente limpio y brillante.
Me subió el pantalón, abrió la puerta y me hizo salir. Antes de cerrar tras de mi, se puso su largo dedo en los labios y emitió el único sonido que salió de el. 

Padre Manuel- Shhhhh….

Asentí con mi cabeza. Guardaría silencio, de repente adivine que este maravilloso momento, no debía compartirlo con nadie. Tampoco con el padre Beltrán? Me inundó la duda e hizo que me sintiera culpable de algo que no debería haber hecho sin permiso del padre Beltrán pero al rato de volver al patio, se fue disipando.

Terminaron las clases de la tarde y ya habían pasado 6 horas desde el maravilloso encuentro en el aseo con el padre Manuel y como cada viernes, mi hermano Marco iba a su clase de refuerzo y mi hermano mayor, Miguel, entrenaba con el equipo de karate en el gimnasio.
Yo esperé en el mismo lugar de siempre y a los cinco minutos, vi como se acercaba el
padre Beltrán me miró, con su gesto secreto, me pidió que lo siguiera, pero, donde
podríamos ir? El gimnasio estaba ocupado con los entrenamientos del equipo de natación
y el equipo dekarate.

Esta vez, salimos del edificio por un patio interior y atravesamos una puerta metálica donde se encontraba el taller y la carpintería del colegio que llevaba Don Luis. Beltrán, sacó el manojo de llaves y entramos. Era un taller estrecho y muy largo, repleto de maderas que estaban colocadas a los lados haciendo aun más estrecho el pasillo para caminar. Al fondo del taller, se abría hacia el lado derecho en otra estancia igual de larga pero esta vez, llena de maquinaria de metal y carpintería. Todo estaba perfectamente colocado. Al llegar al fondo de la estancia de la maquinaria, ¡mis pies quedaron clavados en el suelo por la visión que se reveló ante mí!

Se alzaban dos tablones de madera en forma de “X” donde estaba el padre Manuel atado
por sus tobillos y muñecas a esa cruz y totalmente desnudo!
Sus grandes pezones, atrapados por unas pinzas metálicas unidas por una pequeña cadena y su verga y sus cojones, atados con unos cordones de bota que terminaban atados a una pesa de hierro hexagonal. Debía pesar bastante! Su verga y sus huevos sujetaban la pesa estirando su paquete hacia el suelo como nunca haba visto antes.

Padre Beltrán- Acércate más – me pidió-
Y dirigiéndose ahora al padre Miguel.
Padre Beltrán- ¿Que pasó en el aseo esta mañana?
Yo quería morirme! Comencé a sudar y el pelo se empapó en sudor en apenas unos segundos!
Padre Beltrán- (Dirigiéndose a mí) – No tengas miedo, mi rey.

Comienza a desabrocharse el cinturón de cuero marrón de su pantalón y mientras lo coge
por la hebilla para sacarlo de sus trabillas, le repite enfadado al padre Manuel.

Padre Beltrán- ¡¡¿Que paso esta mañana en el aseo?!!
Padre Beltrán- ¿Se te olvidó mi adavertencia el otro día?!, ¡Lo peor de todo, es que lo que va a pasar ahora, le gusta mucho a este cabrón!

Mi corazón presentía que iba a ocurrir algo aterrador!
Rodeó su mano desde la hebilla dando 2 vueltas alrededor de su palma con el cinturón y dejando colgar casi un metro del cuero, y entonces, comenzó!
En una sola frase, el padre Beltrán usaba las pausas entre palabras para soltar un fuerte
cinturonazo sobre el cuerpo desnudo del padre Manuel.

Padre Beltrán – ¡Cuantas!…Pashh…¡Veces!…Pashh…¡Te!…Pashh…¡Dije!…Pashh… ¡Que no!…Pashh ¡Tocaras!… Pashh… ¡A mi rey!!…Pashh!!

Siete correazos secos y rotundos que sonaron como siete latigazos! Siete correazos que
transformaban la cara del padre Manuel, sorprendentemente de su 1ª expresión de tranquilidad a una expresión final de éxtasis espiritual!
En el 1º y 2º correazo, yo quería salir de mi cuerpo y al menos que mi alma pudiera huir de allí, en el 3º, me transporté al momento que Jesucristo fue azotado por los romanos, en el 4º, volví de repente a la realidad del momento. En el 5º y 6º, comencé a sentir una emoción de compasión, ternura y perdón, difícil de explicar y por fin en el 7º y último, mi pito se empalmó involuntariamente y solo quería rodear con mis brazos el cuerpo desnudo del padre Manuel para consolarlo con mil besos y caricias.

Se hizo un silencio intenso por unos segundos eternos, hasta que fue roto por una sonora exalación del padre Beltrán. Dejó caer el cinturón al suelo y lentamente, se acercó al padre Manuel y lo desató de pies y manos.
El cuerpo desnudo con siete largas marcas rojas, cayó desplomado a los pies de Beltrán y, a los dos segundos, Manuel, apoyándose en sus manos, comienza a besar los pies del padre Beltrán.

 

Padre Manuel- ¡Lo merecía, padre!, ¡Perdóneme, perdóneme!¡Siga, siga!
Padre Beltrán– No!, Ese, es justamente tu castigo, no seguir!

El padre Beltrán se aparta de él y con un gesto de su mano indica que me acerque.
Cuando llego a su lado, comienza a desabrocharse la camisa, el pantalón y asintiendo con su cabeza entiendo al instante que debo hacer lo mismo que él y nos quedamos completamente desnudos con el padre Manuel en el suelo.

El padre Beltrán se aleja para recoger un cuenco de madera y unos trapos blancos que se
encontraban tras los 2 tablones en forma de“X”.
Yo ya estaba de rodillas abrazando el cuerpo desnudo y flagelado del padre Manuel. El padre Beltrán se arrodilla junto a mi y me entrega el cuenco con una de las telas blancas de lino empapadas en el agua que contenía. Justo era el deseo que despertó en mí esa tremenda pero elevada escena y comencé a limpiar con mucho cuidado las heridas del padre Manuel que se veía rendido sobre mi regazo.

El padre Beltrán, le despojó con suma delicadeza de las pinzas que atenazaban su pezones dejándoles al descubierto. Habían aumentado de tamaño considerablemente y al soltar la segunda pinza,Beltrán comenzó a besarlos y chuparlos con una delicadeza que además de excitarme empinando mi rabo aun más, provocó en mi una sensación de amor hacia los dos que aun hoy me cuesta describir.

Yo seguía limpiando los latigazos de su cuerpo, Dos, cruzaban el abdomen casi paralelos, otros dos, repartidos en cada uno de sus muslos blancos y fibrosos. Dos más sobre los empeines de sus enormes pies desnudos y el último, justo en el centro de su verga. Una marca de 6 centímetros de anchura y aun así, parecía pequeña en comparación con el tamaño que alcanzaba ese precioso y largo rabo.

El padre Beltrán me puso de pie y, el de rodillas aun, se metió mi polla y mis huevos en la boca y comenzó a mamar desbordando un caudal de babas sobre mis huevos que se precipitaban sobre la boca del padre Manuel que después de tragar las primeras babas de mi maestro, empezó a mamar el rabazo grueso y moreno del padre Beltrán.
Allí estabamos los tres. El padre Manuel tirado en el suelo mamando la verga del padre Beltrán que estaba de rodillas mientras yo de pie, recibía esa maravillosa felación de mi maestro. Eramos como una escultura de Miguel Angel elevándose de éxtasis hacia el cielo!
 

Al mirar hacia abajo y ver la tremenda mamada que ambos estabamos recibiendo, lancé un chorro de mi leche dentro de la boca del padre Beltrán! El tragó parte de mi lefa como un niño goloso tragándose un helado.
Al sentir que no salia más de mi pito, me bajó junto a él de rodillas y comenzó a besarme
empujando con su lengua parte de mi leche en mi garganta y cambiándola de boca en boca mezclada con nuestras babas una y otra vez hasta que nos tragamos todo. En ese instante, el padre Beltrán lanza un largo gemido entre fuertes y pequeños espasmos de su cuerpo. Era el momento!
Junté mi boca con la del padre Manuel y un chorro de leche blanca y caliente estallo en mi
mejilla!

Padre Beltrán- Ahhhhhhh!!! Siiiiii!! Tragad, tragad!!

Los dos comenzamos a chupar y tragar la leche de Beltrán y mientras bebíamos de ese
géiser de lefa, siento mi mano sujeta porla manaza del padre Beltrán y agarrándome
fuertemente la palma obligó sin remedio que mis cuatro dedos se unieran como una lanza
decarne y se la insertó de golpe dentro de su peludo ano! Ufff.. Sentí que su culo estaba
ya húmedo y resbaladizo como si anteriormente ya se hubiera puesto una buena cantidad
de vaselina, por lo que la clavó de un solo empujón.

Padre Beltrán- Siiiii!!! – mientras se follaba su tremendo y velludo ano con mi mano.-
Yo- Siii, padre, siii!- volví a soltar un pequeño chorro de leche el cual el padre Manuel
comenzó a lamer del suelo.

Nos pusimos de pie, dejando al padre Manuel en el suelo como la primera vez en el gimnasio, pajeándose salvajemente con aquella pesa colgada en su verga y huevos.
El padre Beltrán, me limpió el cuerpo con otra de las telas de lino húmedas y me vistió. Al
ver un hombre como él, moreno, varonil con sus cuerpo y manos peludas y tan bien cuidadas, limpiando un cuerpecito como el mío con tanto amor y cuidado, sin apartar sus ojos negros de los míos, hizo que desde ese instante, una emoción de confianza y amor incondicional se instalara en lo más profundo demi ser hasta el día de hoy.

Me acompañó desnudo hasta la puerta de metal. Antes de abrir, se arrodillo, me beso
profundamente y con su cara a dos centímetros dela mía, preguntó:

Padre Beltrán- Me quieres, rey?
Yo- Si padre! Le quiero, mucho!!
Padre Beltrán- Yo también a ti, mi rey.
Yo- No se enfade nunca conmigo, padre! No me deje nunca!
El se echo a reir y contestó:

Padre Beltrán- Jajaja.. Yo no te dejaré nunca. Serás tu el que un día se alejará de mi.
Pero esto, ya no nos lo puede arrebatar nadie.

Se escondió detrás de la puerta para que yo saliera y, una vez más, sin sentir el suelo bajo mis pies, me dirigí en busca de mi hermano Marco, que estaba a punto de salir para reunirnos después con mi hermano mayor a la salida de su entrenamiento.

Las habitaciones de los padres estaban en la planta baja del edificio y como toda la construcción estaba realizada con grandes ventanales desde el suelo hasta el techo, siempre tenían bajadas completamente unas persianas color beige que impedían ver el interior.

El profesor de refuerzo de mi hermano gemelo, Marco, era el padre Sancho.
Un hombre, pequeño y robusto de más de 50 años, con un poco de barriga, manos pequeñas pero fuertes y con vello en los dedos. En su cara, no había nada destacable, solo sus gafas finas y redondas y su pelo, con grandes entradas en la frente y moreno con muchas canas.
Como solo le daba clase a mi hermano, iban a su habitación que era mucho más confortable en invierno que solos en un aula.

Yo ya llevaba esperando 10 minutos y mi hermano no llegaba, así que, decidí acercarme a la habitación donde le daban clase. Tal vez estaban terminando alguna explicación. Mi hermano era un poco duro de cabeza.
Inconscientemente abrí la puerta sin llamar.
¡¡No daba crédito a mis ojos!! Mi hermano gemelo, estaba debajo de la mesa de estudio, mamando la polla del padre Sancho mientras la agarraba con sus dos manitas!

Padre Sancho- ¡¿Que cojones?!
Como un rayo, sacó su rabo de la boca de Marco, bajando su sotana de golpe.
Padre Sancho- ¡¿Quién te ha dado permiso para entrar?!

Cerré de golpe la puerta sin poder quitar esa imagen de la cabeza! Ahora entiendo que mi
hermano gemelo, no hubiera echado en falta nuestros juegos sexuales!
Esperé unos segundos a que se abriera la puerta para recibir una buena reprimenda del
padre Sancho...

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